domingo, 2 de diciembre de 2007

La otredad


El fenómeno de la “otredad” desde una perspectiva identitaria, ha sido un hecho particularmente potente en la Historia de América, vemos un claro ejemplo en la “polémica de Valladolid” entre Bartolomé de las Casas y Sepúlveda donde se argumenta con distintos matices sobre la supuesta superioridad de los colonizadores, con el fin de imponer sus criterios y en definitiva, su cultura ante los pueblos originarios.
Si bien ésta es una de las matrices de nuestra historia americana, no es algo nuevo en la historia humana; argumentos nunca han faltado para establecer diferencias entre unos y otros con el objetivo de establecer relaciones de poder, y por ende de sometimiento económico y/o territorial. El género, el color de piel, el nivel de civilización, la religión, el origen, entre otros aspectos; han sido pretextos “universales” para dar alguna clase de justificación a éstas prácticas; dando paso a luchas interminables por parte de los grupos oprimidos con el objetivo de recuperar o de establecer sus derechos, legitimándose ante un “otro” de una nueva forma. Ejemplo más claro de esto son las luchas de emancipación femenina, la lucha por los derechos de los afroamericanos en EEUU, y las múltiples luchas de los pueblos originarios de Latinoamérica por su legitimación e integración al interior de los estados-nación contemporáneos; todas aún en desarrollo y que han pasado por diversas etapas. Hoy hemos visto personas de estos sectores que han accedido a altas posiciones de poder: Evo Morales, Michelle Bachelet, Cristina Fernández, Condolezza Rice, entre otros; un hecho que, pese a que la discriminación continúa, indudablemente nos da una señal: los procesos sociales de diferenciación son dinámicos, al igual que la cultura.
En la actualidad, el poder adquiere cada vez más características simbólicas (y no por eso menos potentes), a través del poder económico. El desarrollo enorme del sistema capitalista (al amparo del poder militar norteamericano), ha llegado a lugares donde hace un par de décadas aún no se manifestaba (la gran victoria post guerra fría), más allá de la antigua “cortina de hierro”, y lo que es más poderoso aún, al imaginario colectivo de gran parte de la población, a través de una ideología individualista (y materialista) que apela constantemente a una de las debilidades del ser humano: el sentimiento de placer.
[1]

En épocas pasadas las argumentaciones fueron variadas desde la parte dominante; criterios evolucionistas, de tipo divino o estrictamente imperiales fueron usados para ejercer poder; criterios que han ido cambiando de acuerdo a las transformaciones sociales a lo largo de la historia, hecho que da cuenta de una de las características del poder: el que domina necesita a quien dominar (dialéctica permanente), y con esto apunto a que las transformaciones no sólo van desde la parte “dominada”, sino también hasta donde la parte “dominante” lo permite (a menos que se trate de una revolución total). Un ejemplo de esto fue la abolición de la esclavitud, ya que a esas alturas era más “barato” mantener esclavos “libres” que darle todo tipo de protección, incluyendo a sus familias y descendencia (ley de libertad de vientre); era obvio que los “patrones” iban a mantener su poder. Tampoco es de extrañar que en la actualidad, luego de los procesos de emancipación femenina, sean las mujeres parte importante de la fuerza laboral de sociedades como la chilena, y aún así, sus salarios son en promedio un tercio más bajo que el de los hombres, por el mismo trabajo. ¿Es casual?
Ante el panorama global actual, el discurso de la neutralidad económica del FMI, aparece sólo como un “artilugio” lingüístico para establecer una verdad, es decir, para situarse ante la opinión pública como un criterio “objetivo”, llegando incluso a elevar teorías como “la mano invisible” (hasta los argumentos de Sepúlveda parecen más sinceros). Según el biólogo chileno Humberto Maturana, la “objetividad” no existe, para él existe lo que llama objetividad entre paréntesis, una construcción individual de la realidad, determinada por la estructura interna de cada individuo: “¿Qué es un argumento objetivo? Cuando queremos convencer a alguien, presentamos este argumento, pretendiendo que la realidad es universal y que esa realidad nosotros la hemos aprehendido racionalmente. Si el otro persiste en sus argumentos, lo trataremos de ilógico o de absurdo. Pero ¿cómo se conecta la razón con la realidad? ¿Nos permite la razón acceder a la realidad? La respuesta implícita o explícita que cada uno da a la pregunta acerca de la realidad determina el modo de vida y con ello la aceptación o rechazo al otro”
[2].
Los argumentos de Maturana nos dan una luz sobre dos hechos fundamentales alrededor de nuestro tema: por un lado, la aceptación o rechazo como opción ante una realidad ajena; y por otra sobre la capacidad cognitiva de acceder a una realidad concreta
[3]. Evidentemente las reglas “celestiales” del FMI, están hechas a su propia conveniencia; y al igual que el fenómeno de la creación de los estados y las fronteras, toman en cuenta múltiples factores para garantizar su eficacia como sistema, además de ser dinámicas para garantizar su durabilidad.
Aún así, las transformaciones a lo largo de la historia han sido múltiples bajo la perspectiva de la alteridad, los procesos de formación de identidad en Latinoamérica están llenos de contradicciones y necesarias reafirmaciones, se trata de un continente con estados nacionales jóvenes desde perspectivas históricas y por ende, queda mucho trabajo por hacer para constituir un imaginario colectivo que contribuya a la construcción de una sociedad menos agresiva (desde todo punto de vista), más sana e incluyente.
Lo preocupante es la polarización de tendencias ideológicas, en la búsqueda de algún grado de unidad en la región. Mientras Chávez al proponer el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina), integra a un sector históricamente marginado como la población indígena boliviana, y dotarlo de una influencia importante en la región basando su poderío en la explotación de hidrocarburos; sus vecinos buscan alianzas económicas de apertura comercial con el hemisferio norte, las “oportunidades” de integración inmediata al mercado mundial, hacen que sus gobernantes decidan resolver problemas “urgentes” antes que problemas “importantes” (con una evidente falta de voluntad política) dejando sus respectivos países muy desprotegidos ante la excesiva explotación de sus recursos naturales y ante la discriminación y explotación de su gente. Por otra parte la no resolución de los conflictos con la población indígena al interior de nuestros países hace el escenario aún más complejo, donde se hace imperioso un reconocimiento del estado nación por el derecho de los pueblos originarios de practicar sus propias formas de vida, quienes dejan en claro que su reivindicación es por territorio, y no por “tierras” para explotación económica, bajo un prisma economicista-patriarcal.
Si bien la otredad se relaciona como fenómeno estrechamente con la identidad, creo que los procesos de identidad cultural son bastante más significativos que la implantación vertical de las identidades nacionales en Latinoamérica. Pese al dominio español, quedan vestigios importantes que contribuyen constantemente a la re-construcción de la identidad cultural continental, el legado de los Incas (hasta el valle de Aconcagua, Chile), es un factor identitario que supera las fronteras con su homólogo peruano. La población Mapuche traspasa la cordillera para aparecer desde la Araucanía(Chile) , hasta Neuquén (Argentina), solo por mencionar dos ejemplos. Dicha situación, “olvidada” por un crillosmo exacerbado con su correspondiente (y casi esquizofrénica) “atrofia” territorial; es un potencial fuente de identidad transnacional obviada en beneficio de una modernidad “blanca” que repite una y otra vez modelos ajenos cual adolescente en búsqueda de su personalidad.
Aún así las manifestaciones costumbristas criollas a lo largo del continente presentan características comunes a lo largo del continente, con algunos matices pero con una esencia común derivada del dominio español, es el caso de la gastronomía, la música y el baile, que aparecen transformados y adoptados por sus culturas locales como es costumbre en el hecho folclórico latinoamericano.
Claramente los escenarios de resistencia juegan un rol clave en la construcción y recuperación de las identidades marginadas en nuestros países por una oficialidad muchas veces dominada por una oligarquía con características de nepotismo. Nos damos cuenta entonces que, la lucha de unos y de otros oprimidos reúne características similares y en muchos casos, una sola historia (sobre todo en territorios comunes), además de darnos cuenta que en un contexto de marginación y discriminación.
La resistencia actúa como elemento dignificador, humanizante y nunca estéril; logrando configurar espacios diversos de representación y de reconstrucción de factores identitarios, culturales y concretos omitidos muchas veces por los discursos oficialistas, abriendo una y otra vez nuevas espacios de poder. Apostar a la diversidad
[4] como elemento de riqueza y no como debilidad, como factor de equilibrio de cualquier sistema vivo, puede ser una de las premisas que fomentar para alcanzar nuevas formas y estructuras sociales menos violentas y contaminantes.
En términos estratégicos, la sola existencia de cualquier manifestación de resistencia (otredad “activa”) implica un mínimo contrapeso que garantiza algún tipo de movimiento necesario para el perfeccionamiento de las estructuras de una sociedad y por lo tanto de un sistema-mundo que si bien aparece bajo la hegemonía de EEUU, ésta no se ha visto asegurada desde que se insinúa al mundo como acción deliberada, sufriendo innumerables derrotas ideológicas y militares. Aún resta lo más complicado, la lucha por un sistema económico incluyente y humanizado, que sea mucho menos agresivo en términos ambientales, la búsqueda de una economía sustentable recién comienza.
¿A qué debemos aspirar? A mí parecer, a la libre circulación de personas, al mayor intercambio intelectual y comercial, al respeto por las formas de vida e inclusión efectiva de la población indígena en el Estado Nación, a la implementación de redes de economía sustentable, y a una moneda única, entre otros.

(Recomiendo el artículo de Kofman,Andrei. El problema de la síntesis cultural en Latinoamérica. Contribuciones desde Coatepec [en línea] 2003.) [fecha de consulta: 19 de octubre de 2007]
disponible en:

[1] Moulian, Tomás, El consumo me consume, 5ª edición, Santiago de Chile, LOM editores, 1999. 1SBN: 956-282-080-6. págs.23 y 36.

[2] Maturana R., Humberto, La Objetividad Un Argumento Para Obligar, Juan Carlos Sáez (Editor), Santiago de Chile, 1997, Dolmen Ediciones. ISBN:956-201-286-7
[3] Inevitablemente recuerdo del texto sobre la Construcción de los Estados Nación en Latinoamérica, donde se señala que tanto las identidades nacionales como las fronteras y en definitiva, los países y hasta regiones enteras, son construcciones mentales hechas para la conveniencia de quien las crea. BAUD, MICHIEL (2004) Fronteras y la construcción del Estado en América Latina, en G. Torres Cisneros et al.: Cruzando fronteras, Quito: Abya Yala.
[4] Bookchin, Murray, El concepto de Ecología social (What is social ecology?) en: Enviromental Philosophy: from Animals Rights to Radical Ecology, 1993. Melmac ediciones, Quilpué, Abril 2007.COPYLEFT (ningún derecho de copia reservado, propiedad intelectual de dominio público, respetando autoría.